Información sobre Quito

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Introducción histórica a la ciudad de Quito

:: Antecedentes

A pesar de que comúnmente se piensa que la ciudad de Quito se originó con la fundación española del 6 de diciembre del año 1534, es necesario apuntar que el lugar tenía una vieja tradición de ocupación humana. En el sitio de El Inga, lugar muy cercano a la ciudad, al pie del volcán extinto Ilaló, entre los valles de Los Chillos y Tumbaco, se halló una de las evidencias más antiguas de la presencia del hombre en el territorio de lo que ahora es la República del Ecuador, remontándose al menos a 10.000 a. C.

Investigaciones arqueológicas modernas confirman esta temprana ocupación, pues en Cotocollao, en el norte de la actual ciudad, se descubrió un asentamiento del Período Formativo (1.500 a. C.), en donde una población sedentaria vivía de la agricultura, de la caza y de la pesca al borde de una laguna. Así mismo son conocidos otros sitios, tales como Chaupicruz, La Florida, Chilibulo, Chillogallo y el recientemente descubierto asentamiento en el sitio conocido como Ciudad Metrópoli, al pie del Pichincha, de diferentes períodos culturales aborígenes, que testimonian esta presencia continua por más de 12.000 años.

Más cerca de nuestro tiempo, debemos recordar que los antiguos habitantes de Quito desarrollaron en este sitio un importante mercado, que por su ventajosa ubicación estratégica les permitía acceder sin mayores dificultades, a recursos alimenticios y suntuarios de diferentes pisos ecológicos.

Su localización en medio de los Andes, a una altitud media de 2.820 m, y a pocos kilómetros al sur de la línea equinoccial y junto a extensos valles, brindaba la posibilidad de cultivar dos de los más importantes productos alimenticios andinos: el maíz, bajo este nivel y la papa, hacia los 3.000 m. Por otra parte, en pocos días de camino podían remontar cualquiera de los dos ramales paralelos de los Andes y llegar a ambientes subtropicales y tropicales, en donde intercambiando sus productos podían conseguir algodón, sal, ají, coca, frutas, carne de animales de caza, mariscos, pescado, conchas, plumas de vistosos colores, etc., sea en la vertiente occidental, hacia el Pacífico, o en la oriental, en la cuenca alta de la Amazonía.

En el Quito precolombino habitaría una población permanente, otra temporal y existen evidencias de que también se asentarían “mindalaes”, grupo especializado en la comercialización de los productos venidos de fuera. También surgiría, como en otros lugares del actual Ecuador, un sistema de “curacazgos” o “señoríos étnicos” que se confederarían temporalmente ante amenazas externas, como parece que sucedió ante la conquista incaica al rayar el siglo XVI. En efecto, los incas provenientes del Cusco habían llegado a la zona de Quito después de muchos enfrentamientos militares, y aquí establecieron su capital norte, un centro administrativo que tenía por objeto controlar los territorios equinocciales incorporados a su imperio. Probablemente ocuparon el emplazamiento aborigen, realizando algunas edificaciones de carácter militar, religioso y ceremonial.

Hallándose los incas en el proceso de consolidación de sus conquistas septentrionales, llegaron las primeras noticias de la presencia de sujetos extrañamente vestidos, de diferente apariencia y con armas desconocidas. Más tarde, cuando se encontraban enfrentados militarmente los hermanos Atahualpa y Huáscar por el control del Tahuantinsuyo, aparecieron los españoles al mando de Francisco Pizarro, quien aprovechó la división interna para apresar en Cajamarca y asesinar, luego de un proceso amañado, a Atahualpa, el inca triunfador de la contienda y apoderarse así más fácilmente del inmenso imperio.

:: La fundación española

A mediados de 1534 los españoles se encontraban empleados a fondo en la invasión y control del antiguo Perú. Sebastián de Benalcázar, uno de los capitanes de Pizarro, con el pretexto de detener a una expedición española, comandada por Pedro de Alvarado, proveniente de Centro América y que había desembarcado en la costa central de lo que es ahora el Ecuador, abandonó su sitio de guardia para salir hacia el norte y apoderarse de los territorios de Quito, que según había escuchado en los relatos aborígenes, eran muy ricos y poblados. Para esto, Benalcázar se alió con los cañaris, habitantes de la zona sur de los territorios de Quito, a fin de enfrentar las numerosas fuerzas del norte que se le iban oponiendo, pues sus reducidas tropas podían ser fácilmente vencidas por la superioridad numérica de los quiteños. Los cañaris, a su vez, veían en estos provisionales aliados aquellos que les ayudarían a librarse de la tiranía inca y quiteña, creyendo que los españoles estaban de paso.

Tras Benalcázar salió Diego de Almagro, su superior, pues conocía de su ambición por conseguir su propia gobernación. Mientras tanto, Benalcázar, después de derrotar en varias batallas a las tropas indígenas, ascendió hacia el norte por el callejón interandino, destruyendo y saqueando los templos y las huacas (adoratorios). Llegó a la zona equinoccial y al sitio indígena de Quito, pero lo encontró incendiado y sin riquezas, pues el cabecilla indígena Rumiñahui prefirió destruir el lugar, antes de dejarlo en manos extranjeras.

Benalcázar continuó en su frenética expedición y pasó al Quinche y luego a Caranqui, unos 80 Km al norte de Quito, donde un emisario de Diego de Almagro le exigió regresar al centro del país con el propósito de unir sus fuerzas y enfrentar en mejores condiciones la expedición de Pedro de Alvarado, que estaba por llegar a la Sierra, remontando la cordillera occidental de los Andes. De hecho, la presencia de Alvarado ponía en riesgo el control de los territorios de Quito, a pesar de que su expedición había sufrido grandes penalidades durante su travesía por las selvas tropicales de la Costa. En estas circunstancias, Almagro decidió efectuar la primera fundación de un poblado español en el territorio de lo que ahora es el Ecuador y que tuvo en primera instancia el propósito de demostrar un hecho jurídico consumado frente a la otra expedición española. De esta manera no se podría dudar de la legitimidad de la conquista hecha por sus huestes a nombre de Pizarro y así, el 15 de agosto de 1534 se estableció la ciudad de Santiago de Quito.

La desventajosa situación de Alvarado lo llevó a renunciar a sus pretensiones y a firmar un acuerdo con Almagro, quien, para consolidar su poder, fundó desde la ciudad de Santiago de Quito, la villa de San Francisco de Quito el 28 del mismo mes, encomendando a Benalcázar el establecimiento de la nueva población en el territorio escogido, 150 Km al norte, en el sitio del "pueblo que en lengua de indios aora se llama Quyto...".

:: Los primeros años

Cien días después llegó Benalcázar por segunda ocasión a Quito y el 6 de diciembre estableció la villa de San Francisco, en la que se avecindaron 204 conquistadores. Creció en habitantes y se convirtió rápidamente en punto de partida de nuevas expediciones hacia los cuatro puntos cardinales. Desde ella se fundaron infinidad de ciudades, entre otras: Cali y Popayán al norte, Portoviejo y Guayaquil al occidente, Loja y Cuenca al sur y al oriente Baeza, Ávila y Archidona. Desde ella partió en 1541 la expedición de Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana, que culminó con el descubrimiento por este último del Amazonas, el 12 de febrero de 1542, mientras que Pizarro volvió extenuado y desnudo a Quito en junio de 1543, habiendo muerto en la aventura miles de indios quiteños.

El 14 de marzo del año 1541, por Cédula Real, Quito adquirió la categoría de ciudad y el 8 de enero de 1545 se erigió el Obispado, reconociéndose de esta forma su importancia como centro de evangelización. El 29 de agosto de 1563, el Rey Felipe II creó la Audiencia Real y Presidencia de Quito con una amplísima jurisdicción, abarcando una superficie al menos cinco veces la de la actual República del Ecuador, heredera histórica de esta importante porción de América del Sur.

Quito se había establecido en el mismo sitio del asentamiento indígena por dos razones muy importantes para el reducido número de españoles: la presencia de una considerable población nativa, que permitía disponer de mano de obra para la agricultura, los servicios y oficios, así como de un lugar fácilmente defendible ante un posible ataque indígena. El lugar, al pie del volcán Pichincha, se encontraba atravesado por numerosas y profundas quebradas formadas por el desagüe de las copiosas lluvias que caen sobre el amplio cerro. De esta forma contaban con barreras muy difíciles de sobrepasar y muy fáciles de defender, en especial con armas de fuego. A más del Pichincha, que se encuentra al occidente, algunas colinas rodean la ciudad por sus otros costados; así, quebradas y colinas sustituyeron eficientemente a difíciles y costosas obras de defensa, sirviendo de fosos y murallas.

En algunas crónicas muy tempranas, se menciona a las quebradas con el término “cava”, con la intención de identificarlas como obras artificiales realizadas por los indios para su defensa. Este rasgo, característico de Quito se tomó para el arreglo del escudo de armas de la ciudad, otorgado por el Emperador Carlos V en 1541, en donde un castillo de plata, coronado por una cruz de oro sujeta por dos águilas en vuelo a sus lados, se asienta sobre dos “cerros o peñas, de su color, con una cava en el pie de cada uno dellos, de color verde”

:: La topografía del lugar

La ciudad antigua se asentó sobre una plataforma de aproximadamente dos kilómetros por lado al pie del Pichincha, que se encuentra en el lado noroccidental, inclinada hacia el suroriente. La plataforma estaba recorrida por tres grandes quebradas y sus ramales ahora prácticamente desaparecidos bajo el suelo que recogían las copiosas lluvias que caen sobre el Pichincha. La del extremo suroccidental, llamada en quichua Ulluguangayacu, es decir, quebrada de los Gallinazos y luego de Jerusalén, corre al pie del Panecillo y cerraba a la ciudad por este lado. La central, era al parecer la más profunda y que se denominó de Sanguña y más tarde de El Tejar, sirvió a los españoles para separar la nueva fundación, en su lado norte, de la población aborigen que quedaba al otro lado; esta quebrada fue la que más pronto desapareció. La tercera quebrada corría desde el pie de la loma de San Juan hacia el sur, cruzando por la actual plaza del Teatro; se denominó en este trecho de las Tenerías y más abajo de Itchimbía.

Las tres quebradas desaguan en el Machángara, río que nace varios kilómetros al sur de la ciudad, en las faldas septentrionales del Atacazo y australes del Pichincha, que recorre diagonalmente la llanura de Chillogallo La Magdalena, gira al oriente al encontrarse con el Panecillo y, en su cauce profundo, recibe las aguas de la quebradas de Jerusalén y de El Tejar (llamada en este tramo de los Milagros o Manosalvas), a la que se había unido en su trayecto la del Itchimbía.

El Pichincha es un volcán activo, permanentemente vigilado con sensores remotos. Constituye una larga cadena montañosa de más de 40 Km de longitud en la cordillera occidental de los Andes. Sus picos más altos, el Guagua (4.737 m) al borde del amplio cráter activo y el Rucu (4.698 m) el borde de un cráter apagado, se encuentran hacia el occidente y varias cumbres menores, como Cruzloma (3.974 m) o Cundurhuachana (4.273 m), los separan de la ciudad.

Algunas estribaciones de esta colosal montaña entran en la plataforma donde se asentó la ciudad española, siendo las más reconocibles la colina de El Placer, inmediatamente arriba de San Francisco y la de Huanacauri, denominada así por los incas y San Juan (192) por los españoles, que prolongándose más hacia el oriente, cierra por el norte a la ciudad en la zona de San Blas. El costado oriental se limita por la loma del Itchimbía (185) y el sur por el Panecillo, llamado Yavirac por los incas.

La llanura que se extiende al sur del Panecillo se cierra al oriente por la larga loma de Puengasí – Monjas – Ilumbisí y al occidente por el Pichincha, con la característica loma del Ungüí (3.548 m). La llanura de Iñaquito tiene al oriente la loma de Guanguiltagua – Catequilla (328) y el mismo Pichincha al occidente. Esta llanura tuvo varias lagunas, que se fueron desecando hasta desaparecer la última en la primera mitad del siglo XX. Toda la zona desagua por la quebrada de El Batán, que vierte sus aguas en el Machángara. Este río, después de recibir las aguas de las quebradas del centro, se encuentra con la loma de Puengasí, girando primero hacia el norte con un profundo cañón, y luego nuevamente al oriente, a la altura del santuario de Guápulo y al pie de la loma de Ilumbisí, para salir hacia el valle de Cumbayá, después de recibir el caudal de la quebrada de El Batán.

:: La traza de la ciudad

Dos semanas después de la erección de la villa, Benalcázar trazó la cuadrícula de calles y cuadras, distribuyó los solares para fundadores y vecinos y para las comunidades religiosas de San Francisco y La Merced. Fijó dos ejidos, uno al norte, en la llanura de Iñaquito y otro al sur en Turubamba y en el cercano valle equinoccial de Pomasqui distribuyó las primeras estancias de pan llevar.

La zona fundacional se hallaba protegida por el sur con la quebrada de Sanguña, por el oriente con la parte alta de la quebrada de las Tenerías, por el norte se encontraba la colina de San Juan y al occidente el Pichincha. En esta reducida porción, menor a 50 ha., se trazó la cuadrícula primigenia. Sin embargo, conforme se consolidaba el sistema de explotación colonial y la ciudad crecía, el temor de los primeros años de una reacción violenta de la población indígena, se fue diluyendo. Por esto, la quebrada topografía que en principio constituía una ventaja, se convirtió en estorbo, pues la tradicional cuadrícula del urbanismo colonial español encontró dificultades para imponerse sobre ella, debiendo el Cabildo empeñarse en la construcción de puentes de vigas de madera, recubiertos de tierra, para salvar las profundas quebradas y así dar continuidad a las calles de Quito.

La Plaza Mayor, llamada tradicionalmente Plaza Grande, se ubicó al borde de la quebrada de Sanguña y en el espacio libre entre la plaza y la quebrada se entregaron los solares para la construcción de la iglesia mayor, luego sustituida por la Catedral. Haciendo centro en ella y hacia los puntos cardinales se ubicaron en los siguientes lustros las iglesias y conventos de frailes, formando una cruz sobre la ciudad. Al occidente se implantó el convento e iglesia de San Francisco, en el corazón de la antigua población indígena, con el “tianguis” o la plaza del mercado al frente; al oriente, San Agustín; al norte, los mercedarios, y al sur, Santo Domingo, también con una plaza frontera.

Los viejos caminos indígenas de entrada a la ciudad, por los extremos norte y sur, se mantuvieron en uso y perviven dentro del Centro Histórico sin seguir la cuadrícula española. Esto es evidente en la actual calle Guayaquil que entra desde San Blas en diagonal, por la plaza del Teatro, hasta tocar la cuadrícula fundacional en la calle Olmedo. Lo mismo acontece en la salida sur, parte de la esquina de la plaza de Santo Domingo hacia el sitio más angosto de la quebrada de los Gallinazos, por donde se la cruzaba, para proseguir a un sitio igualmente angosto en el Machángara.

En este territorio tan difícil, la cuadrícula tuvo que adaptarse a las condicionantes del terreno. Por una parte las fuertes pendientes obligaron a la ejecución de plataformas para la construcción, realizando desbanques, muros de contención y rellenos, tratando de sacar el mejor partido a los terrenos. Las calles centrales son relativamente más planas, pero no faltan algunas muy empinadas, como la llamada “Cuesta del Suspiro” a dos cuadras de la Plaza Grande o las que suben a la loma de San Juan. Estas calles fueron desbancadas a partir de la segunda mitad del siglo XIX, para reducir las pendientes y mejorar las rasantes para los carros tirados por caballos. Sin embargo, las mayores modificaciones surgieron con la llegada, en los primeros años del siglo XX, de los automóviles provocándose muchas veces en las casas colindantes serios problemas de accesibilidad, pues al bajarse el nivel de la calzada, las casas quedaban en sus niveles originales, varios metros más arriba, debiéndose solucionar de diversas maneras este problema.

Limitada como estaba la ciudad por las quebradas y las colinas, con el crecimiento de los siglos XVII y XVIII, se hizo necesario el relleno de la quebrada de Sanguña, para ganar este valioso espacio. El procedimiento utilizado fue muy ingenioso, pues después de canalizar las aguas que corrían al fondo, se construyó una alcantarilla con el lecho de piedra y la bóveda de ladrillo, se rellenó con tierra y escombros, pero para construir sobre este terreno tan precario se fabricaron numerosas bóvedas de ladrillo, con otras bóvedas invertidas por debajo, que transmitían de manera uniforme la carga de las nuevas construcciones. Puesto que inicialmente para edificar con cierta comodidad se “absorbió” la quebrada de Sanguña en cuadras más largas y que de cierta manera siguiendo la cuadrícula, coincidían calles con algunos tramos de ella, una vez cubierta, éstas cuadras resultaron más largas que el resto. A finales del siglo XIX se inició el relleno de las quebradas de la periferia, acción que continuó hasta mediados del siglo XX, quedando únicamente abiertos los tramos cercanos al Machángara.

En realidad las calles longitudinales del centro, es decir las que van del Panecillo a San Juan, siguen una orientación suroccidente – nororiente, aunque por comodidad se habla de calles sur – norte. Las calles transversales, más o menos se cruzan en ángulo recto, con las anteriores, pero si se analiza con cuidado un plano del Centro Histórico, es evidente la irregularidad del trazado, por lo que muchas de las manzanas tienen forma trapezoidal.

Otra circunstancia que alteró la regularidad del damero, fue la presencia de extensas propiedades conventuales, que impidió la continuidad de muchas calles. Pero la cuadrícula cambió de orientación al rebasar las quebradas periféricas, pues las calles debían seguir las formas de las colinas, como en el caso de las cuadras al pie del Panecillo o del Itchimbía. Existen dos tramos de la ciudad con su propia orientación, que resulta de la ocupación de las lomas al suroriente del centro. La llamada Loma Grande, tras el convento de Santo Domingo, se encuentra limitada al occidente por la quebrada de Jerusalem y al oriente, por la de Manosalvas o de los Milagros, habiéndose trazado en su cima la larga calle principal y cortas calles transversales que se derraman hacia las quebradas. El mismo trazado se da en la loma de San Marcos, pero las quebradas que la limitan, al occidente la de los Milagros y al oriente la del Itchimbía, se unen al final, por lo que algunas calles de cotas más bajas, dan la vuelta siguiendo la horizontal.

:: La economía de Quito

En los primeros años de la Colonia la economía de la región de Quito se orientó hacia la minería, pero las controversias entre mineros y encomenderos por la explotación de la mano de obra indígena, lo duro y aniquilador que significó el trabajo minero, así como la merma de la calidad de los metales llevó al estancamiento a esta actividad.

Por otra parte, el desarrollo explosivo de la minería en Perú y Potosí reorientó la economía de la Real Audiencia de Quito básicamente hacia la producción textil en grandes obrajes de la Sierra centro norte, que se habían iniciado en el último tercio del siglo XVI. Tanto la manufactura de tejidos como su comercialización tuvo especial auge en el siglo XVII, teniendo al mercado indígena local y en general del Virreinato del Perú como su principal destinatario. De esta manera Quito se incorporó en una compleja red comercial desarrollada a partir de la explotación de la plata en el eje minero de Potosí, pero que también alcanzó por el norte hasta Panamá, Portovelo y Cartagena de Indias, de donde se introducían las mercaderías de Castilla al territorio quiteño. De los excedentes económicos de la comercialización de los productos textiles y de otras importantes manufacturas, como la imaginería y la pintura, es que se obtuvieron los recursos para la ejecución de la magnífica arquitectura y de las obras de arte, orientadas casi exclusivamente a la religión, que se realizaron en Quito en casi tres siglos del período colonial.

No debe olvidarse que la agroexportación costeña se inició en el siglo XVIII, especialmente con grandes cargamentos de cacao, y que además las actividades del astillero dinamizaron la economía de Guayaquil, pero el impacto sobre Quito fue menor.

:: La arquitectura colonial

Gran influencia ejerció la religión en la vida de la sociedad colonial. La Iglesia Católica dominó tanto con su poder espiritual como material y político en la vida personal y colectiva, marcando profundamente las relaciones, costumbres y conciencia del ser humano. Además, la disposición de la ciudad y su arquitectura se hicieron a partir de sus intereses espirituales y temporales. Por esto, la sociedad puso al servicio de la Iglesia lo más valioso que tuvo: sus hijos, su riqueza y su creatividad, todo para "mayor gloria de Dios".

La arquitectura religiosa fue la más importante. Se utilizaron en ella los mejores materiales, las técnicas más desarrolladas, gran destreza artesanal y una extraordinaria sensibilidad artística. De esta manera fueron creciendo templos y conventos, capillas y ermitas, recoletas y monasterios, todos llenos de espléndidas esculturas, hermosas pinturas, ricos ornamentos y piezas de orfebrería. Para estas labores se incorporó desde muy tempranas fechas mano de obra indígena y mestiza, que aprendió rápidamente el uso de nuevas herramientas, materiales desconocidos como el ladrillo y la cal y nuevos sistemas constructivos, en donde predominaban las grandes techumbres de madera, los arcos, las bóvedas y las cúpulas. Es importante mencionar que los peninsulares rehuyeron sistemáticamente las actividades manuales y en especial las relacionadas con la construcción.

Es indispensable recordar que la arquitectura quiteña se vio condicionada estructuralmente por la alta sismicidad del territorio, que obligó al desarrollo de edificaciones menos esbeltas. Los temblores y terremotos también afectaron de una u otra manera a las construcciones ya levantadas y en no pocos casos se afectaron importantes áreas, obligándose a costosas reparaciones que se aprovechaban en muchas oportunidades para ampliar o mejorar artísticamente lo preexistente.

Se diferencian dos períodos en la arquitectura monumental religiosa de Quito. El primero, que va desde la fundación hasta inicios del siglo XVII, está dominada por los espacios longitudinales compartimentados, de clara influencia Mudéjar, en donde las naves se cubren con armaduras de lazo morisco. Los elementos decorativos y la composición de las fachadas siguen en general patrones manieristas, donde es evidente el uso de tratados de arquitectura, siendo el ejemplo más claro e importante la iglesia de San Francisco (110). El segundo período se inicia con la construcción de la iglesia de la Compañía de Jesús (77), en la cual se utiliza bóveda de cañón corrido para cubrir la nave y se levanta una media naranja sobre el crucero, dominando esquemas de carácter Barroco.

Conviene señalar que ni en el Barroco ni en los otros estilos se realizó una transposición esquemática de lo europeo; se dio más bien una reinterpretación local de fuerte personalidad americana, andina y quiteña. No se utilizaron las conocidas plantas "movidas", tan típicas del Barroco, como se ven en Roma, sino las de cruz latina. Los espacios interiores de las iglesias se llenaron con profusión y riqueza de imágenes y elementos decorativos. Es indispensable recordar que gran parte de estos trabajos artísticos tenían una función didáctica. También la forma de utilización de los espacios arquitectónicos y urbanos marcaba lo Barroco: procesiones, corridas de toros, música, bailes y disfraces, fuegos artificiales, representaciones escénicas, etc., modificaban la atmósfera de la ciudad, en donde plazas, calles e iglesias, se llenaban de formas, movimiento y sensaciones.

Como dice una historiadora del arte:

"Cuando las civilizaciones precolombinas desaparecieron, dejaron un conjunto fascinante de objetos que aún no revelan todos sus secretos... con la venida de los españoles y la conquista de Quito, gran parte de la escultura existente fue destruida, cubierta, así como las nuevas capas geológicas esconden a las más antiguas."

"Los españoles trajeron consigo todo el bagaje de su civilización: lengua y costumbres, burocracia y religión, filosofía y jerarquías sociales. ...lo que se inició como una confrontación hostil entre conquistadores y conquistados, evolucionó en una amalgama creadora, de modo que cuando finalmente los españoles fueron obligados a retirarse, quedó una huella cultural indeleble."

"...en la ciudad se sintió claramente una nueva y predominante orientación europea. Los españoles habían introducido una nueva atmósfera, la urbana, y fue aquí donde tuvieron lugar las transformaciones más significativas. En la ciudad se produjo la síntesis, el mestizaje de las diferentes corrientes étnicas: española, indígena y negra, y aquí tuvo su mayor efecto; aquí se encontraron y fundieron varias corrientes ideológicas. Fue aquí donde en algún momento silencioso sus partes comenzaron a funcionar al unísono, de manera misteriosa, y la ciudad empezó a tener alma propia. Aquí también se oyeron los primeros gritos de libertad y aquí se ganó la última batalla por la autonomía política."

"También fue en la ciudad donde florecieron las artes, y en Quito sí que florecieron, porque la concentración de monumentos es tal, al igual que la riqueza de arte religioso, que el centro histórico de Quito ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad, un patrimonio que toda la humanidad puede compartir. Aunque hoy es difícil encontrar antiguas bóvedas góticas, monumentos como la iglesia y monasterio de San Francisco se alzan como vivo recuerdo del renacimiento italiano y la magnífica fachada de la iglesia jesuítica de la Compañía, aclama al barroco. Dentro de las numerosas iglesias quiteñas se guarda un tesoro compuesto por pinturas, ornamentos, objetos de plata, retablos tallados en madera, (y) esculturas..."
(Gabrielle G. Palmer: La Escultura en la Audiencia de Quito)

:: La imagen de la ciudad

Acompañando a la arquitectura monumental, se fueron edificando modestas viviendas, al comienzo de una sola planta y otros edificios religiosos, tales como parroquias, monasterios de clausura, conventos de recolección, capillas de devociones particulares, etc.

La arquitectura residencial, al contrario de la arquitectura religiosa, fue muy sencilla; se optó por acondicionar los ejemplos andaluces de patio central y corredores, al ambiente de Quito. Se buscaron soluciones prácticas que permitieran ante todo satisfacer las necesidades de cobijo, seguridad e intimidad de la familia. Se emplearon materiales modestos, como el adobe y la madera, con tan buen éxito que el modelo, sin mayores variaciones, se transmitió de generación en generación hasta los primeros lustros del siglo XX. También se construyeron algunos otros edificios, como el hospital o las Casas Reales.

Toda esta arquitectura se enmarcó en un escenario natural muy particular, con el paisaje siempre presente por las verdes colinas y cerros que la rodean. Los vaivenes de la topografía quiteña provocan una infinidad de vistas y perspectivas y desde estos miradores naturales se admiran bellas panorámicas desde donde a más de contemplar la ciudad se tienen en el horizonte las blancas moles de los nevados.

La misma historiadora del arte antes citada señala:

"Los antiguos edificios blanqueados y los techos inclinados de teja, crean un movimiento rítmico descendente al vaciarse por los lados del Pichincha, el dormido volcán que se alza sobre la ciudad. Una octava sagrada más alta, se levantan las cúpulas y torres de los innumerables conventos e iglesias que ocupan el centro del Quito colonial... Como en algún serio y mesurado partido de ajedrez eclesiástico, cada orden se mueve discretamente dentro de su propio dominio, aún cuando cada uno de sus miembros navega dentro del compás de su vida piadosa y dedicada. Los grandes portones de las iglesias abrazan profundas sombras; una vez dentro, sus altos espacios abovedados resuenan con el macizo trueno de la oración en masa y los retablos dorados chispean con la tenue luz de las velas".

"Aunque las iglesias están siempre llenas de vida, sus clau¬stros responden a un compás más tranquilo. Sus antiguas paredes, que aíslan la vida devota de las aturdidas tentaciones del cercano mundo, guardan juramentos de silencio y abstinencia. En los conventos de monjas, exquisitas galerías de arcos se reflejan unas a otras, silenciosamente, a través de pulcros jardines geométricos. Encierran una paciente rueda diaria de oraciones, cuya susurrada recapitulación repercute en un sube y baja infinito, el pulso de la vida misma, el sonido suave de su corazón. Invocando un rito primitivo, sonsaca un responso cadencioso del alma. Desde dentro de esta ardiente fe católica, con su especial intensidad española y fervor proselitista, nació el arte colonial quiteño."
(Gabrielle G. Palmer: Idem)

:: Quito, capital del Ecuador

Los movimientos libertarios en las colonias españolas en América se iniciaron el 10 de agosto de 1809, con la proclamación en Quito de una Junta Soberana, independiente del poder español. Después de una cruenta lucha, la independencia se selló en la Batalla de Pichincha, el 24 de mayo de 1822, cuando las tropas americanas al mando del General Antonio José de Sucre triunfaron sobre las realistas, dirigidas por el General Melchor Aymerich. Después de pertenecer por pocos años al magnífico sueño de la Gran Colombia, ideada por el genio de Simón Bolívar, y ante su fracaso político, el 13 de mayo de 1830 se creó en Quito la República del Ecuador y a esta ciudad se la ratificó como capital del nuevo estado.

Los primeros años de vida republicana fueron muy difíciles debido a los intereses caudillistas y a la bancarrota económica, producto de las largas guerras de independencia. La situación de Quito no varió sino cuando la economía del estado se recuperó y se consiguió una cierta estabilidad política.

A partir de 1860, con el presidente Gabriel García Moreno, se iniciaron cambios modernizantes en la ciudad y en el país. En Quito se mejoraron las calles y plazas del centro y se incorporaron algunas áreas verdes para solaz de la rancia aristocracia terrateniente y de la naciente burguesía comercial. Para cumplir con su proyecto se sirvió de algunos arquitectos europeos que contrató, quienes, unidos a los científicos jesuitas que establecieron la Escuela Politécnica, no solo construyeron algunos edificios públicos, sino que también formaron a los primeros arquitectos nacionales.

A finales del siglo XIX, la ciudad se acercaba a los 50.000 habitantes. Los nuevos modelos arquitectónicos, que rompieron la tradición colonial hispánica, se distinguieron por el uso de estilos neoclásicos caracterizados por sus líneas italianas o por las sobrias líneas de inspiración alemana.

El 25 de junio de 1908 se inauguró el servicio regular de ferrocarril entre Quito y el puerto de Guayaquil, con lo que se puso fin al aislamiento de la capital. Se expandió el área comercial, se aceleró la migración interna, se creó una infraestructura básica (agua, alcantarillado, luz eléctrica, tranvías, teléfonos, etc.) y aparecieron con fuerza nuevos modelos en la arquitectura que incorporaron novedosos materiales, como el cemento Portland y el hierro, al principio utilizando las mismas rieles del ferrocarril.

La presencia de arquitectos europeos inmigrantes o de paso y algunos quiteños formados en el Viejo Continente hizo que se generalizara en las nuevas edificaciones el uso del Eclecticismo. Sin embargo, en la construcción de templos, que se levantaban reemplazando a viejas estructuras coloniales poco valoradas o en la reconstrucción de otras que habían sufrido con los terremotos de 1859 y 1868, se utilizó preferentemente el Neogótico o el Neorrománico. Con el fortalecimiento de las finanzas públicas en los primeros decenios del siglo XX se desarrollaron en la ciudad algunos proyectos importantes de equipamiento por parte del Estado, referidos especialmente al área educativa y salud.

El acelerado desarrollo de la agroexportación costeña provocó un notable crecimiento de Guayaquil, que alcanzó 70.000 habitantes a inicio del siglo XX, mientras Quito rebasó los 50.000. A partir de estas fechas el puerto creció a mayor ritmo, superando ampliamente a la capital al convertirse en un gran polo de desarrollo agrícola e industrial, atrayendo a gran parte de la población pauperizada de la Sierra. Por otra parte, en los primeros lustros del mismo siglo se inició en Quito una paulatina modificación del centro.

La ciudad había crecido de manera sostenida desde la década de 1920, incorporándose a la estructura urbana el pueblo colonial de La Magdalena, ubicado al sur, tras el Panecillo. Por otra parte, las clases altas buscaban nuevas formas de ocupación del suelo, pues su forma de vida había cambiado radicalmente con relación a la de sus padres y abuelos, y las añosas estructuras decimonónicas o coloniales no satisfacían sus expectativas. Con la modernidad apareció un concepto nuevo e insospechado denominado “confort” y esto llevó al paulatino abandono del centro, surgiendo en el norte barrios residenciales por las “urbanizaciones” de las antiguas quintas y haciendas de manera privada dentro del esquema de "ciudad jardín", con viviendas unifamiliares aisladas, amplias avenidas arborizadas, etc. Esto fue posible por la aparición de un nuevo protagonista en la vida urbana: el automóvil. Los espacios que se abandonaban en el centro fueron copados rápidamente por inmigrantes de las provincias cercanas en calidad de arrendatarios, iniciándose de esta manera el proceso de deterioro de la ciudad vieja, pues creció considerablemente su densidad poblacional.

Hacia 1940, el espacio urbano de la ciudad estaba claramente dividido en clases sociales: el sur, con la estación de ferrocarril, atrajo un incipiente parque industrial y éste al proletariado y a una escasa clase media; el centro continuaba como eje administrativo y comercial de la ciudad, con una amplia población de clase media, y el norte albergaría a la burguesía en sus nuevos barrios. Esta división se consagró pocos años después con el primer plan regulador de la ciudad, que buscaba definir su futuro. Con la expansión de la ciudad, la ocupación del espacio urbano pasó de concéntrico, en la antigua ciudad, a lineal, condicionado por las limitaciones topográficas, creciendo especialmente hacia el norte.

En síntesis, el plan elaborado por el arquitecto uruguayo Guillermo Jones Odriozola entre 1942 y 1944, pretendía un espacio urbano de expansión 4,5 veces superior al existente (975 ha) y una población de 700.000 habitantes para el año 2000. Se propuso la división funcional de la ciudad a partir de tres actividades fundamentales: vivienda, trabajo y esparcimiento, correspondientes con la configuración espacial de la ciudad: obrera-sur, media-centro y residencial-norte; la definición de un nuevo centro administrativo y centros funcionales religioso, comercial, administrativo, universitario y deportivo, relacionados entre si a través de grandes arterias viales, y una importante asignación de espacio libre para los centros, el esparcimiento y el desarrollo de las vías. A pesar de que el plan no pudo ejecutarse cabalmente por su alto costo, debido a la enorme proporción de áreas públicas destinadas al equipamiento, sus directrices generales configuraron la ciudad por el siguiente medio siglo.

La arquitectura residencial de la ciudad se enriqueció en esta época con la presencia de nuevos arquitectos europeos, que huyendo la grave situación política del Viejo Continente buscaron refugio en el país, realizando algunos proyectos singulares. Ellos introdujeron nuevos conceptos de diseño relacionados con las corrientes más avanzadas de la arquitectura europea, especialmente con la Bauhaus. Sin embargo, estos modelos no se generalizaron, pues los constructores locales, muchos de ellos sin formación académica, estaban muy apegados a las formas tradicionales de la arquitectura Ecléctica. Los estudios universitarios se limitaban a los de ingeniería civil, instruyéndose someramente en arquitectura, especialmente en temas de historia de los estilos.

No obstante, algunos profesionales de la ingeniería civil tuvieron especial inclinación por el diseño arquitectónico y sus estudios personales y habilidades, los convirtieron en aceptables arquitectos que trabajaban fundamentalmente en diseños de arquitectura Neocolonial, corriente fuertemente enraizada en ese momento en Quito.

Más tarde se creó la Escuela de Arquitectura, adscrita a la Facultad de Ingeniería de la Universidad Central del Ecuador, independizándose en el año 1959, cuando se estableció la Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Su fundación fue posible gracias al empeño de profesionales quiteños formados en los Estados Unidos, quienes junto con otros arquitectos extranjeros radicados en Quito se convirtieron en sus primeros profesores. De esta manera se inició en la ciudad la formación académica en arquitectura y la introducción sistemática del pensamiento moderno y las formas internacionales.

Sin embargo, todos estos cambios no significaron la generalización de modelos y sistemas modernos en la ciudad, pues hasta mediados del siglo XX se continuaban utilizando, especialmente en la arquitectura popular, técnicas y materiales de origen colonial, como el adobe y la cal, representando estas formas constructivas el volumen más grande de obra debido a la autoconstrucción.

En cuanto a la planificación urbana, ante la evidencia de que el plan Jones Odriozola había tenido una aplicación solo parcial y una vez que se contaba con los primeros profesionales locales después de la creación de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, la Municipalidad emprendió en 1967 un nuevo plan regulador. Los resultados visibles de este nuevo instrumento tuvieron que ver fundamentalmente con la reglamentación: uso del suelo (dimensiones mínimas y cabida de lotes, altura de edificación, retiros, coeficientes de intensidad y ocupación del suelo, etc.), zonificación, distribución de población, localización de equipamiento de ciudad, vecindad y barrio, y el estudio de un sistema mayor de vías con dos ejes longitudinales, uno a cada lado de la ciudad, interconectados con cinco escalones transversales. Mereció especial atención en el plan una evaluación y propuesta para el Centro Histórico.

:: El Centro Histórico y el área metropolitana (1973-1990)

A diferencia de otras ciudades de América Latina, el desarrollo urbano durante el siglo XX hasta 1970 no tocó mayormente la parte vieja de Quito, pues cuando la economía ecuatoriana tuvo una notable mejoría, al incorporarse la explotación del petróleo como rubro fundamental, la ciudad había crecido especialmente hacia el norte. Fue este sector el que recibió una gran avalancha constructiva, salvándose el centro de una renovación urbana, como la que había tenido lugar en otras ciudades latinoamericanas.

La parte antigua de la ciudad se enriqueció con los aportes arquitectónicos incorporados después de la Colonia, aunque entre los 30 y los 70, algunos edificios con estructura de hormigón armado rompieron su unidad, especialmente por las nuevas alturas que alcanzaron y la volumetría de “cajón” que utilizaron. También se provocaron graves pérdidas en el patrimonio edificado, como la demolición de la centenaria muralla del monasterio de la Concepción y el derrocamiento del viejo Palacio Municipal y las casas adyacentes en la Plaza Grande. Por fortuna, a pesar de que el plan de Jones Odriozola había propuesto para facilitar el tránsito el ensanchamiento de las calles Venezuela y Guayaquil -que atraviesan longitudinalmente el centro-, pocos edificios nuevos se construyeron en la zona histórica por la falta de recursos. Los que se levantaron se retranquearon de la anterior línea de fábrica, quedando algunos “dientes” en estas calles, pero éstos no llegaron a alterar su fisonomía. Por otra parte, la estructura urbana se conservó básicamente, aunque se dañaron algunos sectores, paradójicamente por acción de la misma Municipalidad. La construcción de los túneles en la vía Occidental y las facilidades de tránsito en sus extremos dentro del Centro Histórico, así como la apertura de la avenida Pichincha, desde San Blas hasta la Marín, son las dos obras que más impacto tuvieron. A pesar de estos atentados, o como consecuencia de ellos, en la ciudad se desarrolló paulatinamente una conciencia preservacionista, por la que venían clamando voces aisladas desde décadas anteriores.

Las acciones legales para la protección del Centro Histórico se concretaron en diversas ordenanzas municipales perfeccionadas sucesivamente a partir de 1967. La promulgada en 1984 incorporó algunos conjuntos homogéneos y edificaciones singulares aisladas construidas entre 1930 y 1950. Por otra parte, los valores culturales acumulados en esta zona urbana, en medio de un paisaje natural de singular belleza, así como su buen estado de conservación, llevaron a que la Unesco declarara en 1978 al Centro Histórico de Quito, bien perteneciente al patrimonio cultural de la humanidad.

Para 1973 se definió una nueva propuesta de ordenamiento del territorio, con una alternativa de densificación y descentralización del desarrollo espacial del área metropolitana de Quito, con un tratamiento de tendencias de expansión, vivienda, integración social, residencial, desarrollo industrial, tráfico y transporte. En este plan se planteó la primera conceptualización regional de la ciudad (Área Metropolitana de Quito). El territorio sobre el que actuaba era de más de 100.000 ha, siendo unas 7.000, urbanas.

En 1981 se formuló otro plan sustentado en buena parte en el anterior. Esta vez pretendía contarse con un instrumento de ordenamiento urbanístico y jurídico orientado a controlar, normar y racionalizar el desarrollo físico de la ciudad y su área metropolitana. Preveía para el año 2.000 un área cercana a 120.000 ha, con una población mayor a tres millones y un límite urbano de unas 9.000 ha para una población de 1,5 millones de habitantes. Este plan no tuvo ninguna aplicación, pues la realidad superó las previsiones, por lo que no se continuaron las etapas complementarias previstas.

:: La situación actual

En el último cuarto del siglo XX Quito soportó un rápido crecimiento de población y profundas transformaciones de su estructura urbana, evidenciada por el aparecimiento de asentamientos periféricos precarios, una terciarización del Centro Histórico y su acelerada tugurización. Es notable el desarrollo de ciudades dormitorio en los valles aledaños, fenómeno que ha convertido a Quito en un área con características metropolitanas que abarca más de 100.000 hectáreas y tiene una población mayor a 2'200.000, correspondiendo 1’800.000 a la zona urbana.

Sin embargo, más de 36.000 ha se encuentran vacantes debido al juego especulativo del comercio de la tierra. Como consecuencia lógica de este fenómeno, la densidad media de Quito decrece cada año, pues a pesar del incremento de la población en casi 100.000 habitantes anuales y otro tanto al día por migración temporal, las áreas no ocupadas aumentan, provocando que el perímetro urbano se amplíe al empujar sus límites a áreas inapropiadas para habitar por ser de riesgo geológico, volcánico o sísmico, o por ser de conservación ecológica o paisajística, de recreación, de altas pendientes, etc. Esto ha conducido a situaciones muy difíciles al gobierno municipal por la imposibilidad de extender las redes de infraestructura y de dotación de servicios básicos a un área cada vez más extensa, pues a inicios del sigo XXI la ciudad se acerca a los 50 Km de longitud.

Este estado se refleja en un déficit acumulado de vivienda, superior a 90.000 unidades; un Centro Histórico en donde se calcula habitan 80.000 personas en condiciones de tugurio y cerca de 300.000 habitantes en barrios periféricos precarios, en contraposición a una minoría que goza de todos los servicios y equipamiento de la ciudad.

En 1988, el gobierno municipal inició una política de recuperación del control sobre el crecimiento y gobierno de la ciudad, espíritu que se ha mantenido en las sucesivas administraciones. Con esta finalidad se plantearon varios programas, partiendo de la necesidad de una nueva estructura administrativa, por lo que se desarrolló el proyecto de reconocimiento legal del Distrito Metropolitano para controlar la superficie real involucrada en la conurbación desarrollada en el último cuarto del siglo XX y que se encuentra dispersa bajo la administración de diversas municipalidades y otras instituciones descentralizadas del gobierno, así como de la iniciativa privada. Esta nueva ordenación se orienta a precisar el papel de Quito y del Distrito dentro de la organización territorial, regional y nacional y fue aprobada por Ley del Congreso Nacional en diciembre de 1993, pero sin involucrar a los municipios vecinos ni modificar sus límites, pues los legisladores quisieron evitarse problemas políticos. Al mismo tiempo, la municipalidad quiteña desarrolló políticas de democratización en la gestión y administración de la ciudad, en la descentralización, para fortalecimiento del Municipio dentro de la estructura del Estado y fomentó la participación ciudadana.

El Plan General de Desarrollo Territorial de Quito, con perspectivas al año 2020, es un conjunto de diagnósticos y políticas con el objeto de potenciar el desarrollo de la ciudad. Aunque centro metropolitano, Quito adolece de problemas como un sistema de transportes imperfecto, deterioro ambiental y una identidad confusa: un "conjunto de microidentidades" más que una identidad quiteña, a decir de los estudios de la Dirección General de Planificación. Una vez detectados estos síntomas, entre otros, el Municipio se ha propuesto equilibrar la distribución demográfica, dotar al sistema de transporte de la ciudad de mejores rutas y unidades libres de obsolescencia y limpiar el medio ambiente. A partir de la creación de la Ley del Distrito Metropolitano y de la Ley de Descentralización (ésta en el contexto nacional), la organización y el funcionamiento del gobierno local ha logrado resultados como la ampliación del sistema de transportes por medio del trolebús y la rehabilitación de importantes áreas que forman parte del patrimonio histórico artístico de la ciudad.

En lo gubernamental, los planes para dar a la ciudad mejores condiciones son más integrales. Para el año 2020 se ha establecido una demanda de más de 200.000 nuevas viviendas; la atención de ésta supondría iniciar, a partir del año 2000, la reparación de 4.500 unidades y la construcción de alrededor de 22.900 viviendas cada año. Se calcula que para ese año en el distrito Metropolitano vivirán 3’300.000 personas en un área de más de 420.000 hectáreas. Además de estos factores, se incluye en el plan de ordenamiento la rehabilitación de varios subcentros metropolitanos como la Mitad del Mundo, Carapungo u Oyambaro, en donde se construirá el nuevo aeropuerto. Los valles de Cumbayá, Tumbaco y Los Chillos, cercanos a Quito, también serán habilitados. Quito cuenta con áreas no urbanizables, como Nanegal, Nanegalito, Perucho o San José de Minas, que merecen cuidado especial por su valor ecosistémico, agropecuario o histórico-cultural.

En general y además de los proyectos de rehabilitación del patrimonio histórico artístico, los planes para Quito incluyen el de "equipamiento productivo": habilitación de mercados, una nueva ciudad aeroportuaria y un centro de exposiciones y convenciones en el actual aeropuerto, entre otros, y el de "equipamiento recreativo": saneamiento de las cuencas hidrográficas (Machángara, Monjas, San Pedro, Chiche) y arreglo de parques (Metropolitano, Itchimbía, parque lineal Camino del Inca). La aprobación de este plan depende del Concejo Municipal del Distrito Metropolitano de Quito.

:: La conservación del Centro Histórico

Luego de un largo período de desinterés y abandono, tanto de las autoridades nacionales como de la misma Municipalidad, en el año 1988 se tomó la decisión de intervenir en el Centro Histórico, debido a las graves consecuencias de los sismos de marzo de 1987. En los grandes monumentos, a más de daños en campanarios y cúpulas, aparecieron las viejas lesiones acumuladas a lo largo de una intensa vida sísmica, ocultas por intervenciones cosméticas. En la arquitectura residencial se volvieron patentes, especialmente por la difusión periodística, no sólo los daños físicos de los movimientos telúricos, sino también las graves alteraciones provocadas a las viejas casas por la desordenada ocupación y la carencia de un mínimo mantenimiento, así como se evidenciaron las lacras sociales de la pobreza, tugurización y hacinamiento.

La Municipalidad inició su nueva política hacia el Centro Histórico formulando un "Plan Maestro de Rehabilitación" con el propósito de otorgar un tratamiento integral de desarrollo a las áreas históricas, conjugando el resguardo, la preservación y rehabilitación. Al crearse por Ley de la Nación el Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural (Fonsal), para uso exclusivo en la salvaguardia del patrimonio cultural de Quito, se encargó su administración a la Alcaldía y se propusieron acciones dirigidas fundamentalmente a la rehabilitación de áreas públicas y restauración arquitectónica. En cifras generales el Fonsal cuenta con recursos anuales de alrededor de 1,5 millones de dólares y ha llevado adelante unos 400 proyectos hasta el año 2000.

Esta intensa labor local facilitó la participación de instituciones internacionales (Unesco, Banco Interamericano de Desarrollo, Fundación J. P. Getty, etc.) y la colaboración de gobiernos de países amigos y de otros organismos como la Junta de Andalucía, en el esfuerzo de conservación y desarrollo de este bien de la humanidad. También fue notable el desarrollo de la conciencia de los habitantes de Quito hacia la protección del patrimonio cultural.

Los estudios y proyectos ejecutados por el Fonsal y la Municipalidad pueden agruparse en obras de restauración monumental; mejoramiento de infraestructura; transporte, peatonización y equipamiento; formación técnica y desarrollo tecnológico; comercio informal; dotación, renovación y mejoramiento de equipamiento urbano; desarrollo turístico; cultura y difusión; protección ambiental y paisajista; descentralización administrativa.

La rehabilitación de vivienda ocupa un sitio especial, pues en el Centro Histórico tiene sus propias singularidades. En el Ecuador la legislación responsabiliza al Gobierno Central de los temas de vivienda y no a las municipalidades. Por esta razón las obras que ejecuta la Municipalidad en este campo se realizan solamente sobre propiedades municipales u otras que no impliquen obstáculos de carácter legal, debido a que las condiciones de tenencia y ocupación de los inquilinatos son muy complejas.

El ejemplo de intervención más conocido es el de la “Casa de los Siete Patios” (119), considerada como una de las casas quiteñas más características. Fue adquirida por la Municipalidad en el año 1971, no solo por su valor emblemático en el Centro Histórico, sino también por que al alojar a más de 300 personas, la Municipalidad pretendía contribuir a la solución de los problemas de tugurización. Sin embargo esta decisión no fue más que una acto demagógico y retórico, pues nada se hizo durante años. El deterioro de la casa fue progresivo, quedando prácticamente en manos de los arrendatarios, quienes realizaron grandes esfuerzos para conservarla. 20 años después de su adquisición, la Municipalidad inició su rehabilitación gracias a su empeño y a la decisiva contribución de la Junta de Andalucía, tanto por la experiencia de este organismo en proyectos similares, como por un significativo aporte económico. Parte de los recursos recuperados se invierten ahora en nuevos proyectos de rehabilitación de vivienda, como el de la “Casa Ponce” y el "Penalillo", también en colaboración con la Junta de Andalucía. En otro contexto urbano y social, en el borde norte del Centro Histórico, con la cooperación de la ONG francesa Pact Arim, la Municipalidad se encuentra desarrollando proyectos de rehabilitación en diversos inmuebles en las calles Caldas y Briceño.

Después de acumular experiencias, la Municipalidad se empeñó en proyectos más ambiciosos, de mayor envergadura y trascendencia, a fin de producir un impacto más amplio en el Centro Histórico. Con este propósito formuló un proyecto financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para la conservación del patrimonio y la reactivación económica y social del centro. En el estudio se identificaron más de 40 inmuebles de propiedad particular que, con la participación de sus propietarios, podían restaurarse e integrarse al proceso de rehabilitación con variados usos de carácter residencial, comercial y de servicios, que podrían generar nuevas iniciativas en el área.

Para llevar a cabo este proyecto se creó la Empresa de Desarrollo del Centro Histórico (ECH), institución con participación de capitales privados que se encarga del manejo de los fondos del BID, que sumados a los aportes locales superan los 51 millones de dólares destinados a programas de adecuación urbana: mejoramiento de infraestructura, equipamiento y mobiliario urbano; saneamiento ambiental; calidad urbana: descontaminación, limpieza, seguridad, etc.; gestión económica; fortalecimiento institucional; apropiación cultural. Por otra parte se coordinan acciones para lograr un proyecto participativo con miras al mejoramiento de la seguridad ciudadana, tráfico vehicular, turismo y otros, a fin de conseguir un ambiente de habitabilidad.

:: Reflexión final

Al mirar la ciudad desde el distante París en los años 1920, el intelectual quiteño Gonzalo Zaldumbide meditaba a propósito del absurdo derrocamiento del edificio de la antigua universidad de los jesuitas, construido a mediados del siglo XVII:

"...¿Será que a lo lejos se aprende mejor a amar? Se descubre a lo lejos lo propio tanto como lo ajeno y además se ve que a lo ajeno, - aun bello, magnífico, incomparable -, le falta, para llenarnos algo esencial: el ser nuestro; que lo primero en todo, después de todo, es el ser nuestro. Se descubre que no tenemos sino un corazón para amar, y que este está hecho a imagen y semejanza de lo natal: que no se puede amar bien sino a los iguales, aunque nos fascine a veces lo diferente..."

"Amemos, pues, lo propio por ser propio, sin pedirle más; que lo demás dado nos será quizá por añadidura. Y volvamos todos, todos, cual más, cual menos, somos el Hijo Pródigo de algo, de alguien: todos volvemos al primer amor, a la casa de nuestros padres. Y el que de más lejos vuelve, mejor lo prueba."
Gonzalo Zaldumbide: Reflexiones para después de las fiestas del Centenario

Alfonso Ortiz Crespo
Quito, febrero de 2001

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